Tratamiento del cáncer y concepción de salud-y-enfermedad.
El Triunfo

Tratamiento del cáncer y concepción de salud-y-enfermedad.

Un importante aporte sobre la realidad del cáncer.

28 oct 2021

Tratamiento del cáncer y concepción de salud-y-enfermedad

 

Antonio Tagliati

traducido y corregido

 

El concepto de enfermedad incurable únicamente existe en nuestra medicina moderna, la cual apenas tiene 300 años de experiencia sobre unas bases mecanicistas que no llegan a comprender la complejidad de la dinámica vital.

Si bien alcanza a la excelencia en traumatismos y en delicadas operaciones de alta tecnología, se queda impotente delante del resto de problemas de salud, en particular ante las enfermedades crónicas, sistémicas o degenerativas.

 

En las medicinas tradicionales, como la Medicina Tradicional China, el Ayurveda, etc..., no existe el concepto de enfermedad incurable. Las enfermedades se distinguen en fáciles o en difíciles de curar:

- Las fáciles son las de causa externa: traumas, envenenamientos, desnutrición, estrés,…. Son  fáciles  de curar porque al descubrir y quitar las causas que las han producido, el cuerpo vuelve por sí solo al equilibrio.

- Las difíciles son las de causa interna, provocadas por pensamientos y emociones. Son difíciles de curar porque cambiar las condiciones que las originan implica a todo el ser de la persona enferma, su intención en la vida y sus deseos más profundos. Pero también en este caso la clave es comprender las causas y quitarlas.

 

La oncología moderna no comprende la causa de la transformación de la célula sana en tumoral. Tiene varias hipótesis que cambian con el tiempo y que parcialmente se acumulan a las anteriores. Los conocimientos de la oncología actual se basan todavía en algunas observaciones de los años 20 del Dr. Otto Warburg . Pero los avances y descubrimientos de la propia investigación científica oficial son ignorados por la oncología, ocupada en hacer enormes negocios con la situación tal como está. (((con el estatus quo.))) En efecto, en los últimos 20 años la ciencia moderna ha hecho enormes avances en la comprensión del origen y de la evolución de la célula y de su sistema de producción de energía, llegando a conclusiones a las que ya habían llegado medicinas tradicionales. Así, las células se transforman en tumorales por adaptación a un entorno de déficit energético, de dinámica vital alterada, que puede ser provocado tanto por la exposición a sustancias tóxicas como por impactos biológicos de origen diverso o por bloqueos emocionales que se manifiestan en rigidez muscular crónica y alteración de las fases nerviosas de contracción y relajamiento del ámbito extracelular. Además, mientras que la célula normal utiliza todas las frecuencias de la luz para producir energía, la tumoral funciona en blanco y negro, está gris. La ignorancia de este hecho produce a menudo la errónea interpretación de procesos celulares transitorios como tumorales, con los consecuentes falsos diagnósticos de cáncer.

 

La cura tiene entonces que ser enfocada a aumentar la energía disponible en la zona del tumor. El aporte de energía en la zona produce o la eliminación de las células tumorales o su transformación en células normales diferenciadas.

 

 

La ignorancia de esta regla produce muchas veces la incurabilidad de estas enfermedades porque:

* el impacto emotivo de un diagnóstico grave o incluso mortal reduce las ganas de vivir y complica la vida de la persona enferma;

* desconocer las causas hace que éstas no se puedan cambiar;

* la aplicación de la quimioterapia, basada en que elimina las células tumorales antes que las sanas. Debido a que la célula tumoral produce 20 veces menos energía que la célula sana es más débil y por lo tanto, vulnerable, por lo que muere antes, la quimioterapia puede tener resultados, pero no cambia las condiciones que han provocado el desequilibrio sino que además añade la gran toxicidad de las sustancias utilizadas.

 

 

El cruce de información de varias fuentes puede dar instrumentos muy valiosos para la restauración de la dinámica vital y aprovecharlos para el desbloqueo del desarrollo personal en una persona libre y responsable de su propia existencia. 

 

 

 

Puntos de encuentro entre los estudios de los doctores Heinrich Kremer, Ryke Geerd Hamer, Wilhelm Reich y otros.

 

"Vivimos en un mundo que se rige por leyes que, dependiendo del punto de vista desde el que observamos, abordamos desde una u otra ciencia. Pero la Ciencia es una sola, fragmentada por nuestra incapacidad de comprenderla en su totalidad" (((¿de quién es esta frase?)))

 

El cruce de las investigaciones de Hamer, Kremer, Reich, Alice Miller y otros, procura buenos instrumentos de comprensión de la realidad biológica y de la enfermedad hasta ahora inéditos en nuestra medicina moderna. Lo que los hace inéditos es que dichos autores tienen una visión dinámica de esta realidad.

Esto es una clara ventaja a la hora de la terapia respecto de la visión estática y parcial, cada vez más microscópica y separativa, que mantiene la medicina oficial.

La ventaja está en el hecho de que siendo la naturaleza misma de la vida dinámica y pulsante, cuanto más uno considera estas cualidades, más se acerca uno a la realidad (aun siendo imposible llegar a entenderla en su totalidad), obteniendo así, junto a una mas profunda conciencia del hecho observado, una mayor posibilidad de intervención para favorecer la recuperación del equilibrio perdido en lo llamado "enfermedad".

 

 

Las investigaciones de los doctores Heinrich Kremer (alemán) y Alfred Hässig (suizo) acerca de la biología del cuerpo humano, nacieron de la necesidad de entender lo que de verdad es el SIDA después haber llegado ambos, como lo han hecho centenares de otros científicos y médicos, a que el SIDA no es una enfermedad viral y a que el llamado "test del SIDA" reacciona positivamente ante proteínas endógenas humanas, y no ante las de un hipotético virus que nunca ha sido efectivamente aislado.

 

El Dr. Kremer era en los años 80 director de la política sanitaria alemana para el abuso de drogas y alcohol, y director del Hospital Interregional para drogadictos situado en ………. Su hospital fue elegido para probar el primer "test del SIDA".  Como  tenía dudas sobre su eficacia, a los tubos de ensayo con la sangre de los pacientes añadió otros conteniendo su sangre y la de todos los médicos del Hospital. Dieron resultado positivo una parte de los pacientes y todos los médicos.

Entonces pidió a la OMS (Organización Mundial de la Salud) la documentación sobre la constitución del test a fin de saber qué proteínas contenía, pero su petición fue rechazada porque dicha información estaba patentada y protegida por secreto comercial.

 

El Dr. Popovic, ex colaborador del Dr. Robert Gallo (quién patentó el test), reveló con que procedimiento se aislaron las proteínas utilizadas como anzuelo para detectar la presencia de los anticuerpos correspondientes en el así llamado “test hiv”: la teoría que Gallo quería demostrar era que la disminución de linfocitos T4 encontrada en los primeros pacientes de sida se debía a su destrucción por parte de un virus. Así que aisló linfocito T4 provenientes de nódulos linfáticos hinchados de pacientes y los cultivó en laboratorio. No obtuvo ninguna expresión viral. Añadió entonces citoquinas (hormonas de comunicación del “sistema inmunitario”) sin éxito.

Utilizó reagentes varios y finalmente, cuando añadió hidrocortisona obtuvo una reacción: las células paran la duplicación y expulsan proteínas oxidadas a través de micro-vesículas (partículas formadas de la misma membrana celular que  contienen las proteínas que hay que expulsar). Es esto artefacto de laboratorio lo que Gallo patentó como “htlv 3” mas tarde llamado “hiv”. ¿Cuál es el resultado? Si en mi cuerpo se suman factores diferentes de estrés biológico que provocan finalmente la subida de la producción por parte de las glándulas suprarrenales de cortisol, en mi cuerpo se producen las mismas condiciones que Gallo produjo artificialmente en laboratorio, produciré las mismas proteínas en concentración suficiente a dar positivo al “test hiv”. 

Es curioso que los criterios de “aislamiento” del htlv 3 (human T linfocyte virus 3) eran los mismos utilizados en el aislamiento del htlv 1 y htlv 2 en un estudio sobre leucemia declarados error de laboratorio por el mismo Gallo unos años antes.        

 

El examen detallado de todos los documentos oficiales sobre el pretendido aislamiento y reproducción del supuesto VIH lleva a la conclusión de que tan sólo describen una serie de fenómenos indirectos interpretados como virales. A esta interpretación equivocada se llega por deducciones basadas en nuevos criterios adaptados una y otra vez a lo que resulta más conveniente para los intereses de los investigadores y de las instituciones o los laboratorios que los financian.

 

En los años 90 las investigaciones acerca del llamado "sistema inmunitario"

avanzaron enormemente respecto de los años 80, cuando las pocas informaciones sobre el tema permitieron a Robert Gallo montar el fraude del “test del SIDA”. Entonces todavía no se sabía que la función inmunitaria celular (cuyo bloqueo constituye el SIDA) se desarrolla a través de la acción del gas NO (oxido nítrico) y otros gases (premio Nóbel en 1998 a los doctores Furchgott y Ignarro).*

 

En los años 90 se supo que la presencia o ausencia de los linfocitos T en la circulación periférica depende de delicados equilibrios de comunicación entre las células, y no es necesario implicar un fantasmagórico virus en el hecho, y menos aún esto justifica experimentos quimioterápicos en desventurados seropositivos a un test falso.

 

La revisión efectuada por Kremer y Hässig se basa exclusivamente en artículos publicados en revistas científicas, y está contenida en el libro de Kremer La silenciosa revolución de la medicina del cáncer y del SIDA, editado en aleman y italiano ( por Macroedizioni) en el que se relacionan datos de numerosos centros de investigación. El Dr. Kremer nunca ha sido atacado públicamente porque los datos que expone están todos ellos publicados en revistas científicas, y denuncia que sólo intereses comerciales impiden que estas nuevas informaciones sean aplicadas en la medicina hospitalaria.

 

El primer paso es la consideración de la gran complejidad del cuerpo humano. Un dato ilustrativo a nivel fisiológico es que está compuesto por unos cien billones (100.000.000.000.000) de células, cada una de las cuales desarrolla simultáneamente cerca de diez mil reacciones bio-electro-químicas interdependientes. Cada noche mientras dormimos, cuando prevalecen el sistema nervioso parasimpático y las hormonas de relajamiento, se duplican un billón (1.000.000.000.000) de células que remplazan otras tantas que son recicladas por un sistema coordinado de células y órganos que se comunican a través de mensajes químicos y electromagnéticos; las células mas viejas o dañadas son reconocidas por el tipo de mensaje electromagnético que emiten. A nivel biológico, el cuerpo trabaja mucho más de noche que de día. Está, pues, explicada la rápida pérdida de salud que suele ocurrir cuando el descanso es insuficiente.

 

Este sistema activo se dedica casi completamente al reciclaje de células propias del cuerpo viejas o dañadas, y en pequeña parte al reciclaje de microbios y otros antígenos externos que no son reconocidos por ser externos sino sencillamente por no estar en armonía con el cuerpo, al igual que ocurre con las propias células alteradas. Así, el concepto de "sistema inmunitario" a que estamos acostumbrados según el cual nos "defiende de ataques externos", es falso y simplista, y tendría que ser corregido.

 

Considerada esta enorme complejidad, es absolutamente imposible tratar de controlar y dirigir adecuadamente el proceso vital. Sólo es posible aproximarse a su entendimiento observando con respeto y amor a la vida, favoreciendo el equilibrio espontáneo y manteniendo las condiciones más favorables.

 

Para comprender mejor la dinámica vital, Kremer y Hässig utilizan las investigaciones del doctor Alfred Pischinger en los años 60 (((¿seguro que no fue antes?))), que analiza el ambiente en el cual viven las células del cuerpo. Se trata de un estudio óptimo que, aplicado a la educación sanitaria, sería suficiente para mantener sana a toda la población, pero que está siendo ignorado por la medicina moderna.

 

El ‘sistema de Pischinger’ explica que el cuerpo humano está formado aproximadamente por un 70% de agua (que es salada. Lo demuestra el estudio de Renee Quinton en los primeros años del siglo pasado: la primera célula nace en el mar y su liquido extracelular es obviamente agua de mar. Esta condición es mantenida actualmente y el liquido extracelular, la linfa y la sangre mantienen una composición proporcional de sales muy similar al agua de mar. Cambia solo la concentración que es 9 gr. por litro en la sangre y 35 gr. por litro en el mar. El mar con la evaporación constante aumenta su concentración de sal mientras que en el cuerpo se mantiene la concentración original). Del restante 30%, sólo el 10% está compuesto por células, que no se tocan entre sí (o se tocan en parte en fibras musculares). El 20% está compuesto por el matrix extracelular, una especie de esponja de fibras y colágeno que envuelve todas las células y que está empapado de agua salada que constituye nuestro mar interno y medio de nutrición y limpieza de las células.

 

Dado que cada reacción de oxidorreducción que se desarrolla en el cuerpo es un intercambio de electrones, o sea una corriente eléctrica, las sales que desarrollan esta función electrolítica son imprescindibles para la vida, y son la condición primaria que ha permitido a las primeras bacterias formarse en el mar originario. Cuando la vida se traslada a tierra firme, el organismo se lleva consigo una burbuja de agua de mar, y los riñones asumen una función de dique para conservar la cantidad de "mar" necesaria para mantener la vida de las células.

 

En el espacio extracelular se determinan las condiciones de "cultivo" de nuestras células, que dependen de la calidad de nuestro "mar interno". En este espacio: desembocan los capilares; se recoge la linfa; terminan las prolongaciones del sistema nervioso con fibras relajantes y excitantes; los linfocitos, los macrófagos, los anticuerpos, etc., desarrollan continuamente una acción de mantenimiento del ambiente favorable;…

Todo proceso vital se desarrolla en el intercambio de la fase fluida (sol) y la fase sólida (gel) que constituie el latido, el ritmo de la célula y del matriz extracelular.

 

El siguiente paso del Dr. Kremer consistió en revisar la historia de la evolución celular según los últimos descubrimientos de la ciencia moderna. La vida empieza en el mar. El estímulo inicial es la energía luminosa que se difunde en el espacio, se acumula en la ionosfera y baja a la tierra en una lluvia constante. Podemos imaginar las reacciones biológicas de paso de electrones de una molécula a otra como una rueda de molino en movimiento, y la luz sería el agua que mueve la rueda. El sol es la fuente de luz visible. Se difunden en el espacio otras frecuencias de luz que nuestros ojos no perciben. La energía no se mueve en un flujo constante sino en “paquetes cuánticos”, o sea, como una pulsación.

 

En el mar primordial, este flujo produce la formación de aminoácidos (experimento de Miller en 1954) que se unen en proteínas que se acumulan y se enganchan una con otra según impulsos electromagnéticos hasta formar membranas y las primeras formas de vida.

 

En el agua, todo lo que se introduce tiende a disolverse, a solubilizarse. Si a un sistema en solución se añade energía, se crea el impulso contrario: la aglomeración (el solve et coagula de los alquimista, el yin-yang de las civilizaciones orientales). El flujo continuo de energía provoca la formación de formas de simbiosis cada vez más complejas como, por ejemplo, bacterias que se unen en una única célula intercambiándose los productos del metabolismo y uniendo sus ADN. Se ha encontrado recientemente en los deltas del Ebro y del Eufrates una forma de simbiosis constituida por una ameba con estafilococos plantados como una cola; esto permite a la ameba moverse, y a los estafilococos mantener la cabeza protegida.

 

La atmósfera originaria no contenía oxígeno libre, y las bacterias anaeróbicas producen ATP (la molécula para el transporte de energía en todo tipo de célula, sea animal o vegetal) a través de la fermentación de la glucosa por medio de  hidrógeno (glicólisis). Con una molécula de glucosa se producen dos moléculas de ATP. Cuando unos determinados tipos de bacterias empiezan a tomar el hidrógeno del agua mediante el uso de la luz (función clorofílica inicial), aparece por primera vez el oxígeno libre que se disuelve en el agua y después en la atmósfera, llegando a la actual concentración del 20%. Todavía hoy el oxígeno que respiramos es el aliento de las bacterias del mar.

 

Las mitocondrias son bacterias que aprenden a utilizar, para la producción de ATP, el oxígeno en vez del hidrogeno, y siendo aquél mucho mas activo que éste, pueden obtener 38 moléculas de ATP por cada una de glucosa, es decir, casi 20 veces más que las antiguas bacterias. La participación de las mitocondrias en la simbiosis celular representa una gran ventaja energética que permite el desarrollo de seres multicelulares, plantas y animales.

 

Una de las bacterias que participan en la simbiosis celular proviene del fondo del mar, en la cercanía de chimeneas volcánicas, a 115º C de temperatura, donde las aguas frías del océano se mezclan con las aguas que brotan del fondo a 400º C. Para la función de respiración celular utilizan el azufre en vez del oxígeno como receptor final de los electrones. A las extremas condiciones ambientales oponen una capacidad de reproducción rápida y la producción de proteínas de protección térmica (heat shock proteins). Este hecho, como veremos mas adelante, es muy importante para la comprensión del comportamiento de la célula tumoral.

 

Mientras que el ADN de las bacterias está esparcido libremente en su citoplasma, el ADN de la célula simbiótica necesita ser protegido para que los radicales libres producidos por las mitocondrias no lo dañen. Se crea entonces el núcleo, que recoge y protege el ADN de las bacterias simbiontes, y se activan los fragmentos necesarios para producir las proteínas que se necesitan en sintonía con los mensajes del citoplasma, que a su vez están condicionados por los mensajes recibidos desde el exterior, del matrix extracelular. La red epigenética está constituida por una serie de canales de doble información: desde el matrix al citoplasma, del citoplasma al núcleo, desde el núcleo al citoplasma, luego al matrix y a otras células.

 

Las mitocondrias ceden sólo una parte de su ADN al núcleo y mantienen la parte de ADN necesaria para su reproducción, y se multiplican en el líquido celular (citoplasma) independientemente de la división celular. Ocupan una cuarta parte del citoplasma y tienen la importante función de mantener el nivel energético de la célula produciendo el ATP que necesita.

 

La suma de todo el ADN mitocondrial es mayor que el ADN del núcleo. Este último posee mecanismos de autoreparación, pero en el DNA mitocondrial están ausentes, y este hecho, ignorado por la medicina oficial, es extremadamente importante para determinar los posibles daños irreparables al metabolismo causados por el uso de antibióticos quimioterápicos (como el Bactrim), considerados inocuos para el ADN nuclear pero que generan daños acumulativos y permanentes en la población mitocondrial. Cuando la mitocondria dañada se divide, el defecto se mantiene en las dos mitocondrias hijas. Una importante lesión mitocondrial provoca un proporcional déficit energético en todo el metabolismo.

 

La reevaluación y puesta al día de los datos que hace Kremer acerca de la formación de la vida, las primeras bacterias procariotas (sin núcleo) y su fusión en las células eucariotas (con núcleo), lleva a una deducción extremadamente importante para la comprensión del comportamiento de la célula tumoral: nuestro ADN es la suma de los ADN de las bacterias que entran en simbiosis, y activa la expresión de funciones biológicas de cada uno de los simbiontes que se intercambian finalmente sus productos de metabolismo en la cooperación de la célula eucariota.

 

También en el caso del SIDA es la calidad del matrix extracelular lo que determina el correcto desarrollo de la función de inmunidad celular. En el matriz, los linfocitos T, si son activados de cierta manera, producen radicales de oxígeno y nitrógeno que participan en la eliminación de antígenos o de células dañadas. Ésta es la función de los linfocitos T4 que se altera en el SIDA, no su cantidad total en el cuerpo. El propio Dr. Anthony Fauci, “número uno” del SIDA en el mundo, trabajaba en los años 70, antes de ser “experto de SIDA”, en investigaciones que demostraban cómo en cierta situaciones de estrés los linfocitos se retiran de la circulación periférica para replegarse en los ganglios y en la medula ósea, por lo que es imposible medir su verdadero número en el cuerpo únicamente con su recuento en una muestra de sangre, como se hace diariamente en los hospitales con el célebre “recuento de T4”. Cuando Fauci cambió de trabajo, se olvidó de sus descubrimientos precedentes.

 

El bloqueo de la función recicladora de los T4 se produce por frecuentes hiperestimulaciones o por alteraciones crónicas que provocan la rigidez del sistema y su escasa eficiencia. Pero precisamente las proteínas propias del cuerpo producidas en situaciones alteradas fueron patentadas por Gallo como proteínas virales, confundiendo consecuencias con causa. El terrible resultado es que una persona que tenga una situación de alteración del matrix extracelular por diferentes causas (estrés crónico,…) puede producir una cierta cantidad de estas proteínas que, a partir de un cierto grado de concentración, generarán reacciones autoinmunes produciendo anticuerpos -en realidad, autoanticuerpos, ya que son generados ante proteínas humanas de estrés- que harán dar positivo al llamado "test del SIDA", que contiene dichas proteínas humanas de estrés que son erróneamente consideradas como virales.

 

Esta visión de conjunto de la vida celular ofrece a Kremer la posibilidad de analizar cuales son las alteraciones funcionales y estructurales de las células y del matrix en otros tipos de enfermedades, como las autoinmunes o las tumorales.

 

La oncología admite su ignorancia sobre la naturaleza de la célula tumoral y sobre por qué una célula sana pierde la capacidad de diferenciarse y también la lógica de la simbiosis hasta consumir el cuerpo. Se limita a tratar de destruir las células tumorales con diferentes métodos según sus características.

 

Todavía hoy la oncología no puede explicar el descubrimiento del Dr. Otto Warburg, en los años 20, al observar que la célula tumoral no utiliza oxígeno y produce su energía por glicólisis anaeróbica, como las bacterias o las células embrionarias. El fenómeno es llamado glicólisis anaeróbica porque el oxígeno, aunque está presente, no es utilizado.

 

Con los conocimientos recopilados y puestos en relación por Kremer, es posible deducir la razón: son las mitocondrias las que utilizan el oxígeno en la célula. Si el oxígeno no es utilizado, significa que las membranas mitocondriales están cerradas, y por esto falta la elevada producción de energía que las mitocondrias aportan a la endosimbiosis. Faltando el nivel necesario de energía, la célula activa, por adaptación, los fragmentos de ADN que pertenecían a los simbiontes procariotas anaeróbicos y produce su energía por glicólisis, la cual es unas 20 veces inferior a la producida por las mitocondrias.

 

Este hecho ha estimulado las variadas teorías de la alteración genética casual como causa de tumores, confundiendo otra vez consecuencia con causa. El hecho de que la membrana mitocondrial se cierre y de que la célula produzca momentáneamente su energía por glicólisis, es normal. Por ejemplo, en el momento de la división celular, las membranas mitocondriales se cierran para evitar que los radicales libres de oxígeno puedan dañar el ADN del núcleo, que se está abriendo para la división, y se reactivan sólo cuando la división está terminada, por lo que el núcleo de la célula ya se ha cerrado otra vez. En procesos de crecimiento rápido, como en el feto o en una herida en reparación, el bloqueo mitocondrial queda fijado hasta el final del proceso. Las células se mantienen en glicólisis hasta que vuelven a una velocidad normal de duplicación.

 

Pero una disminución significativa de la energía disponible en el matrix extracelular provoca el cierre permanente de la membrana mitocondrial, y esto a su vez provoca la pérdida de la simbiosis celular. Así como un pájaro que plegase sus alas perdería el sostén del aire y empezaría a caer, así la perdida de la exposición de la célula a la energía luminosa que creó su síntesis provoca su regresión a una forma procariota o bacteriana. Una disminución drástica y rápida provoca la necrosis de la célula, su membrana se rompe y el contenido se desparrama en el matrix extracelular. Para neutralizar estas proteínas se producen auto-anticuerpos que, si persiste la situación, aumentan hasta provocar enfermedades autoinmunes.
En cambio, una disminución lenta y constante provoca la adaptación de la célula a un estado de carencia energética. El problema nace cuando el cierre de las membranas mitocondriales queda fijado y se mantiene en un número elevado de células. Produciendo la célula en este estado sólo 2 moléculas de ATP por cada molécula de glucosa metabolizada respecto a las 38 producidas por las mitocondrias, aumenta en casi 20 veces la necesidad de azúcares, que se toman de la sangre. La persona pierde más energía y peso, creando mayor déficit energético. El escaso nivel energético no permite a la célula diferenciarse, y si una célula diferenciada para de crecer cuando toca otra célula, la célula en glicólisis pierde esta capacidad y se multiplica sin coordinación con las demás células mientras tenga disponibilidad de circulación sanguínea. Este hecho ha llevado a las diversas tentativas de eliminar el tumor bloqueando su irrigación sanguínea.

 

Ahora bien, las células que no tienen suficiente aporte de sangre pueden disponer de un tercer tipo de metabolismo, activado por los fragmentos de ADN pertenecidos a las bacterias en simbiosis que utilizaban el azufre en la cadena respiratoria en vez de el oxígeno, y ponen en marcha el mismo proceso de crecimiento rápido que era su característica.

 

Confirmando esta hipótesis, en este punto de crecimiento del tumor se nota la producción de proteínas de protección térmica (heat shock proteins) que corresponden al ADN de estas bacterias. El azufre en el cuerpo está ampliamente disponible en el matrix extracelular. Si la situación de déficit energético perdura, la persona empieza a perder peso rápidamente por pérdida de matrix extracelular, y esto provoca a su vez la disminución del nivel energético de zonas cada vez más extensas.

 

Si se trata de alimentar al enfermo con perfusiones de proteínas, éstas son eliminadas como urea. La mayor causa de muerte por tumores es la caquexia, la consunción. Es la condición de déficit energético lento y constante lo que provoca la pérdida de la simbiosis en la célula tumoral. El proceso es reversible en cualquier momento. Así como el pájaro recupera el vuelo en el mismo momento en que despliega otra vez sus alas al aire, también la célula puede volver a la plena funcionalidad si desde el matrix extracelular vuelve a establecerse el correcto mensaje.

 

Según la medicina coreana, que tiene más de 5.000 años de antigüedad, la enfermedad depende de la pérdida del correcto movimiento y respiración. El 80% de la cura consiste en revitalizar la correcta pulsación, y sólo el 20% en el uso de medicinas para compensar falta de sustancias perdidas durante el periodo de déficit.

 

La cura debe entonces orientarse hacia el aumento de la energía disponible en la zona afectada, no hacia la tentativa de destrucción del cáncer. Aumentando la energía disponible, las mitocondrias se reactivan y el incremento de nivel energético permite a la célula volver a diferenciarse. Si la célula está demasiado dañada, es eliminada por los linfocitos T4 activados en función Th-1.

 

Por ejemplo, se obtuvo en laboratorio la transformación de una célula tumoral en sana utilizando cúrcuma, que contiene sustancias ricas en energía. Lamentablemente, estos estudios no se aplican en la medicina hospitalaria, pero los laboratorios farmacéuticos han producido cúrcuma sintética que produce efectos colaterales porqué contiene solo uno de los principios activos (mientras que la sustancia natural contiene muchos principios activos en sinergia y sin efectos colaterales), y que se vende a elevado precio para quien puede permitírselo, cuando resultados mejores se obtienen con la cúrcuma natural, que es barata y no patentable.

 

No existe el fármaco milagroso. Hay sustancias que pueden ser útiles, pero la capacidad del organismo para utilizarlas depende siempre de las condiciones generales de la pulsación vital. Es verdad que la quimioterapia puede reducir el tumor por el hecho que las células tumorales producen 20 veces menos energía, mueren antes de las diferenciadas, pero esto es un falso resultado derivado de la miopía con la que se observa. De hecho, no se está cambiando la condición metabólica que ha generado el bloqueo energético porque se ignora, y no se toman en consideración los efectos tóxicos de la quimioterapia, que bajan ulteriormente aún más la energía disponible, creando las bases para una “recaída”.

 

Es el error de valoración lo que hace “incurable” el tumor.

 

Es obvio que si no se modifican las condiciones que determinan un fenómeno, éste continúa produciéndose. Y si además se empeoran dichas condiciones mediante las consecuencias psicológicas y emotivas de una condena a muerte y por medio de tratamientos tóxicos, la “cura” resulta más dañina de la enfermedad.

 

Es entonces lógico que sendos estudios realizados en los EE.UU. y en Alemania siguiendo durante veinticinco años a enfermos de cáncer, concluyan que la supervivencia media de los no tratados con quimio o/y radioterapia es varias veces superior a la de los que reciben estos tratamientos.

 

Como he explicado al inicio de este texto, el concepto de “enfermedad incurable” sólo existe en nuestra civilización. Y según las medicinas tradicionales, las enfermedades de causa interna, pensamientos y emociones, son mas difíciles  de curar porque el empuje al cambio también debe ser interno y depende de las ganas de vivir de la persona, lo que a su vez depende de cuánto ha sido amada, protegida y empujada al crecimiento personal.

 

Una planta puede vivir sólo si expone las hojas a la luz y posee una fuerza imperceptible que cada año produce un nuevo anillo en el tronco, las raíces se plantan en la tierra y las ramas se dirigen al cielo. En todos los seres vivos es indispensable la presencia, consciente o inconsciente, de una fuerza que empuje hacia la luz.

 

Para empezar cualquier proceso biológico se necesita una inversión inicial de energía para que pueda empezar la función vital. En todo ser vivo tiene que existir un empuje hacia el ambiente externo para recibir el alimento: en la infancia, hacia los padres y los mayores; en la fase adulta, hacia el cielo y la tierra. Para que haya este impulso tiene que haber una relación de confianza hacia el mundo.

 

La violencia, psicológica o física, o tan sólo la falta de ejemplo vital, nos hace ignorantes de la necesidad primaria de la vida: participar, sentir que se es parte de una comunidad y de un todo. En el budismo se afirma que todo sufrimiento deriva de la ignorancia. Si ignoramos quién somos y cuáles son nuestras reales exigencias, y si además ignoramos ignorar, vamos por la vida a ciegas, y nos pasarán cosas también ciegas en nuestra salud.

 

 

 

Si el Dr. Kremer observa desde el interior de la célula, el Dr. Hamer nos habla de lo que pasa en su ambiente externo. En cada trocito de matrix hay dos terminales de fibras nerviosas, unas excitantes y otras relajantes (simpaticotónicas y vagotónicas, respectivamente) que determinan las fases de contracción y de relajación del ritmo circadiano, o sea, del cambio día-noche.

 

En momentos de estrés o de peligro (por ejemplo, si me encuentro de repente ante un león), el cuerpo tiene la posibilidad de activar un programa especial en el cual el estado de excitación aumenta de manera considerable y el cuerpo desarrolla un cambio morfológico de los tejidos y órganos interesados en la función, en este caso piernas, pulmones, coronarias, etc., para poder correr y salvar la vida. Terminado el peligro y la sobreexcitación, se restablece la normal duplicación y eliminación celular, y los tejidos vuelven a la forma y función habituales.

 

Quedará afectado el órgano que, en la historia de la evolución de la especie, se formó para la función que es requerida y aumentada en la situación de peligro o estrés. El cuerpo es elástico y soporta estos cambios si son relativos a una situación objetiva que dura poco tiempo. Pero si la situación perdura en el tiempo, o si se vive como real una situación simbólica que no cambia por la influencia de condicionamientos inconscientes, se bloquea la alternancia de excitación y relajación, la zona queda congestionada y no permite el flujo de energía, se crea un déficit permanente y finalmente se producen los cambios a nivel celular que Kremer observa. Como hemos visto antes, la presencia de hormonas de relajación es imprescindible para un correcto recambio celular. Si la persona se encuentra en un estado de excitación predominante (simpaticotonía permanente), el correcto turn over  celular no es posible. En el reciclaje normal, en fase de relajamiento las células con bajo potencial energético son eliminadas por los linfocitos T helper activados en la función Th-1. Si falta esta fase, en una parte del cuerpo se crea un nicho en el cual las células en regresión (tumorales) pueden vivir y multiplicarse.

 

El Dr. Kremer está profundizando en el estudio de la física cuántica porque se ha visto que una diferencia entre la célula tumoral y la sana está en la capacidad de absorción de "paquetes cuánticos" de luz: si la sana absorbe en las fases de la respiración mitocondrial las tres frecuencias de los colores fundamentales, la tumoral, estando sus mitocondrias cerradas, funciona con una sola frecuencia; está, por así decir, en blanco y negro, vive en gris.

 

Tanto para Kremer como para Hamer, la cura depende del restablecimiento de la pulsación normal.

 

Según Kremer, se obtiene con medicina ortomolecular para crear bypasses  que cumplan las funciones bloqueadas en el metabolismo químico hasta lograr restablecer su correcto funcionamiento, con la integración del conocimiento de las medicinas tradicionales que utilizan desde siempre sustancias naturales ricas en moléculas altamente energéticas. También insiste sobre el restablecimiento de la correcta respiración y de un buen movimiento. Kremer dice que los resultados de la investigación de la ciencia moderna se acercan cada vez más a los que las medicinas tradicionales conocen desde hace miles de años acerca del uso de sustancias medicinales (polifenoles, antocianos,…) y de otros tratamientos o disciplinas que favorecen el mantenimiento y la recuperación de la salud.

 

Según Hamer, es la resolución del conflicto biológico vivido lo que va a poner fin al predominio de la excitación. Se entrará entonces en un estado de vagotonía (predominio de hormonas de relajamiento) de duración e intensidad proporcionales a la duración que haya tenido el precedente exceso de simpaticotonía (predominio de hormonas de excitación), llegándose finalmente a la recuperación de la alternancia normal entre los dos estados. En el estado de vagotonía permanente se crea un edema en el cual proliferan bacterias o virus u otros microorganismos, según el tipo de tejido, que o bien eliminan células que han crecido en exceso, o bien reconstruyen las lesiones ocurridas. Hay una simbiosis entre microbios y células humanas. Muchas veces los síntomas que expresan esta simbiosis son mal interpretados y, en consecuencia, son combatidos y suprimidos, impidiendo así la curación.

 

Entender mentalmente el conflicto biológico vivido es útil para comprender el sentido de la situación y, sobre todo, para superar el miedo, pero tiene que haber un efectivo cambio energético en la zona interesada.

 

En el trabajo del Dr. Wilhelm Reich se describe la relación que existe entre el cuerpo y la mente. Si Hamer nos explica la razón biológica (emotiva, laboral o de otro origen) por la cual se genera el cambio celular observado por Kremer, Reich nos puede explicar porqué se genera una exasperación en el plano vivencial. Ante la misma situación, dos personas pueden reaccionar de manera muy distinta.

Alexander Lowen, un discípulo de Reich, en su libro Rendirse al cuerpo (es un libro interesante sobre todo porque, mas allá de la exactitud mayor o menor de la terapia bioenergética que Alice Miller acusa de los mismos límites del psicoanálisis(((no veo claro el contenido de esta frase ni que sea adecuado ponerla aquí; quizá como nota a pie de página))), Lowen lo escribe al final de su carrera, con un gran bagaje de experiencia sobre la naturaleza humana), hace un cuadro de la estructura del ser humano muy útil para relacionar el estudio de Hamer con una realidad más compleja, no sólo mental sino bioenergética. La describe simbólicamente como una pirámide dividida en cinco capas horizontales, y la titula “jerarquía de las funciones de la personalidad”. La primera capa, la más ancha, en la base, representa la fuerza biológica de base, el empuje vital, que en el proceso de desarrollo se manifiesta en movimientos espontáneos y voluntarios (segunda capa). Este dinamismo genera un estado emotivo y sentimental (tercera capa) que alimenta los procesos mentales (cuarta capa). En el ápice, el yo, el ego, constata y participa del proceso vital global.

 

Si el proceso es fluido y dinámico, la emoción generada es placentera, la mente está tranquila, el yo conoce la felicidad y es consciente de esta interacción interna y externa hacia el mundo, en contacto con su saber profundo. Si el proceso de manifestación de la fuerza biológica es reprimido, las emociones generadas son angustia y dolor. La mente rechaza estas emociones, se separa del cuerpo y olvida el trauma como mecanismo de defensa, pero se despega también de la fuerza biológica y se hace hiperactiva para tratar de resolver el problema; pero habiendo perdido el punto de referencia de la pulsación vital, da vueltas alrededor de sí misma, creando una especie de laberinto-culebrón, y cree ser feliz si el guión se cumple, y triste si no se realiza. En la cima de esta pirámide, un ego hipertrófico trata de tomar la dirección desde una posición extremadamente inestable que necesita una situación controlada y rígida para subsistir. Una persona vital y dinámica es percibida como una amenaza. La pirámide tiene ahora una base estrecha y un vértice hipertrófico; prácticamente es una pirámide al revés, muy inestable. En una estructura de este tipo, incluso conflictos banales pueden ser grandes desestabilizantes y provocar catástrofes. De hecho, la misma estructura ya es la expresión de un conflicto con la vida.

 

La dependencia del “culebrón” externo hace a la persona más vulnerable a los conflictos. En una misma situación, una persona puede somatizar y otra no.

¿Y por qué esta diferencia de reacción? El punto importante es que, en presencia de una buena pulsación vital, la mente es relativa, no está en una posición central, no se fija en un punto, y ninguna parte del cerebro llega a tener una alteración suficientemente intensa y prolongada en el tiempo para llegar a somatizar. Por esto Hamer detecta que la condición imprescindible para desarrollar un tumor es que el conflicto sea vivido de forma aislada. Sólo la falta de un punto de confrontación o de referencia que relativice la intensidad de la emoción permite que ésta llegue a tener el poder de influir y trastocar un proceso vital que siempre tiende a la autorregulación, a la autoreparación y al mantenimiento de su integridad biológica.

Es muy bello y profundo, y diría que indispensable para entenderla, el análisis de esta situación de contacto o de separación de sí mismo que hace Alice Miller en su libro “El saber proscrito”. Tras años de trabajo como psicoanalista primero y psicoterapeuta luego, acusa al psicoanálisis freudiano y a sus escuelas derivadas de ignorar esta ruptura de base con la vida, y de analizar eterna e inútilmente sólo los aspectos exteriores de este conflicto.

 

Sigue Lowen: “Dado que los problemas que las personas tienen que afrontar se han estructurado en su personalidad a lo largo de muchos años, no es real esperar una curación rápida y fácil. [.....] El principio de base del Análisis Bioenergético es la identidad funcional y la antítesis (((¿falta un ‘no’ delante de antítesis?))) entre mente y cuerpo, o entre procesos psicológicos y físicos. Es un principio que deriva del hecho de que una persona es un ser unitario, y lo que le sucede en la mente le sucede también en el cuerpo. Por lo cual si una persona está deprimida y cultiva pensamientos de desesperación, impotencia y fracaso, su cuerpo revelará una análoga postura deprimida, con una bajada de los impulsos, una reducida movilidad y una menor amplitud de la respiración; resultan deprimidas todas las funciones corpóreas, como la respiración e incluso el metabolismo, y ello desemboca en una menor producción de energía. [Es decir, el hecho que nota Kremer a nivel celular como condición de transformación de una célula en tumoral]. (((¿dónde acaban las comillas de esta cita de Lowen?)))

 

Es claro que la mente puede influir en el cuerpo, exactamente como éste puede influir en la mente. Ello significa que en ciertos casos es posible mejorar el funcionamiento corporal modificando la postura mental, pero el cambio así inducido sería sólo temporal si los procesos corpóreos subyacentes no realizasen un cambio significativo. Por otra parte, mejorar directamente funciones corpóreas, como la respiración, la motilidad, la sensibilidad y la autoexpresión, tiene un efecto inmediato y duradero en la postura mental. En último análisis, aumentar la energía de una persona es la transformación fundamental que el proceso terapéutico debe producir para realizar la intención de liberar el individuo de las restricciones del pasado y de las inhibiciones del presente. [Kremer] 

 

El siguiente diagrama [muestra la pirámide] dibuja la jerarquía de las funciones de la personalidad como una pirámide con el “yo” en el ápice. Estas funciones están recíprocamente interrelacionadas y dependientes, y se apoyan sobre una base que representa la producción y el empleo de energía. [Kremer] 

 

La finalidad de la terapia es ayudar al individuo a recuperar la plena potencialidad de su ser. Todas las personas que buscan una terapia han sido gravemente lisiadas, muy a menudo por traumas infantiles, en su capacidad de vivir y experimentar la plenitud de la vida. Éste es el problema de base de su personalidad que está detrás de los síntomas manifestados. Mientras el síntoma denota de qué modo el individuo ha sido dañado en su educación [la somatización de Hamer], en el fondo está la perdida de una parte del ser.

 

Todos los pacientes sufren de alguna limitación de la personalidad: limitada autoconciencia, reducida expresión de sí mismo y reducido control. Estas funciones de base son las columnas del templo del ser. Su debilidad crea una inseguridad en la personalidad que amenaza todos los esfuerzos hechos por el individuo para encontrar la paz y la alegría que dan a la vida plena satisfacción y su significado más profundo. Se trata de un objetivo ambicioso para cualquier intervención terapéutica, y ya se ha dicho que no es fácil de conseguir. Pero sin una clara comprensión de esta intencionalidad terapéutica, es fácil perderse en los laberintos de los conflictos y de la ambivalencia que confunden y frustran muchos esfuerzos terapéuticos. En nuestra cultura, para muchísimas personas la vida es una lucha por la supervivencia, y la felicidad es una experiencia rara.

 

El punto principal es que la energía que tenemos proviene de fuera, y todo depende de si la dejamos entrar. A su vez, esto depende de si la persona lo ha aprendido, a través del ejemplo, en su educación. Para vivir es necesario que la persona se dirija al exterior: éste es el gesto de crecimiento. Y es preciso que esta dependencia sea reconocida por la cultura de un pueblo, cosa que no pasa en nuestra civilización. Herman Hesse ya escribía en los años veinte: “La sociedad está compuesta por hombres-niños”.

 

Hemos perdido el concepto de crecimiento y de desarrollo en el respeto de la naturaleza y de sus leyes. No es extraño que el 30% de las personas muera de cáncer, o que el 50% de los niños de una ciudad como Milán sufra serios problemas psíquicos. El niño está en-rollado en la madre, nace y empieza a des-arrollarse, a

des-envolverse en su entorno, y abre su potencialidad de expresión y receptividad. La contracción provocada por el dolor o por la falta de un ejemplo estimulante y vital, impiden el desarrollo de la condición básica para la vida: el poder recibir la pulsación luminosa y su libre distribución en todo el cuerpo, y abrirse hacia fuera creando el correcto contacto con el mundo y con las demás personas.

 

El desarrollo del ser se cumple según etapas. Como el gusano se hace capullo y después mariposa, así el niño pasa por la adolescencia y luego por la fase adulta. Si no se aprende a abrirse al mundo, si se queda uno en el estado de capullo, en una situación estática y cerrada, no se respeta la exigencia dinámica de la vida y se crea un déficit por falta de exposición a la entrada de energía. Ésta es la responsabilidad que una persona debe asumir en el crecimiento o en un proceso de curación, cuando esta condición no es respetada y genera un estado de enfermedad. Esto tendrían que enseñarlo padres, maestros y médicos. Intervenciones externas cuando la causa es la postura interior, sólo pueden producir resultados parciales y no duraderos.

 

 

Otro importantísimo aporte de los descubrimiento de Hamer es la posibilidad de distinguir entre verdadera enfermedad y falsos diagnósticos.

 

El análisis hecho hasta aquí y la solución a que lleva, derivan de una visión muy diferente a la establecida de un proceso degenerativo real. Pero ocurre que muchas veces se hacen falsos diagnósticos de tumores.

 

Una verdadera situación de enfermedad degenerativa se da cuando existe un bloqueo efectivo y constante de la pulsación vital, de la alternancia excitación-expansión-contracción-y-relajamiento, bloqueo que ocurre en general o en una zona particular del cuerpo. Esto pasa, según el análisis de Hamer, si el conflicto no se resuelve y se crea una situación de excitación y alarma (simpaticotonía) permanente que bloquea la pulsación, o también si se entra en lo que Hamer llama un “conflicto en balance”. En este último caso, se empieza la fase de curación (vagotonía o relajamiento permanente) pero antes de la curación completa se reactiva el conflicto (que no estaba del todo resuelto) y se crea una situación en la que se suman los síntomas de fase activa con los de fase de curación; también en este caso se bloquea la libre pulsación de la zona provocando tumores o disfunciones fisiológicas como diabetes, enfermedades autoinmunes u otro tipo de enfermedades crónicas. Son situaciones complicadas derivadas de traumas infantiles y condicionamientos negativos arraigados en la personalidad. El peligro de estas situaciones no deriva tanto de la intensidad del fenómeno sino de su duración.

En estos casos, la comprensión intelectual del fenómeno según la visión de Hamer no es suficiente.

 

Las medicinas tradicionales, como la Ayurveda (que considera perfectamente curables enfermedades como el cáncer y la parálisis), actúan directamente en la estimulación y el equilibrio de las energías del cuerpo, independientemente del conflicto, a través del análisis del estado de interrelación entre los órganos y los elementos del cuerpo.

 

La medicina oficial ignora el carácter bifásico de la enfermedad (simpaticotonía-vagotonía[1]); que la fase de reparación que describe Hamer implica muchas veces síntomas muy llamativos y alarmantes, como edemas, fiebre, dolores, derrames, supuraciones y reparaciones de tejidos con cambios metabólicos en los cuales las células modifican momentáneamente su ritmo de duplicación y sus características; que los tres tipos de tejido embrionario que componen nuestro cuerpo actúan de manera diferente (los tejidos que provienen del endodermo -aparato digestivo y alvéolos pulmonares- crecen en fase activa o simpaticotónica, mientras que los tejidos que provienen del mesodermo -huesos, sistema linfático,…-  y del ectodermo -piel, nervios, cristalino del ojo, etc.- crecen en la fase de reparación o vagotónica.

Así, los linfomas, la leucemia, la displasia de cuello del útero y otros “cánceres a tratar urgentemente y con grandes dosis”, en realidad son falsos diagnósticos de cáncer, pues son ya expresión de la fase de reparación. Son situaciones peligrosas sólo si entran en “conflicto en balance”. Siendo fases de reparación, si son interrumpidos por la quimioterapia, terminado el efecto de ésta reempiezan su proceso y producen un diagnóstico de “recaída” o “recidiva” y una nueva terapia tóxica.

 

Es extremadamente diferente la situación (A) cuando diferentes partes del cuerpo están en un efectivo déficit energético por un real bloqueo de la pulsación y se genera una grave alteración del metabolismo (o sea, cuando hay presencia de un real proceso tumoral), que (B) cuando a la persona que hace un control periódico o rutinario le encuentran algunas “células anómalas”, un “precáncer” o nódulos de escaso tamaño.

 

Hamer mandó la piel de una simple herida cutánea en reparación a un laboratorio de análisis oncológico y volvió clasificada como “células de tumor maligno”.

 

Resulta, pues, que son diagnosticadas con cáncer personas que están somatizando procesos limitados en intensidad y tiempo, y que regresarían espontáneamente a su estado inicial sin llegar a alterar el metabolismo vital del cuerpo. Dado que en los tumores se encuentran células de crecimiento rápido, las biopsias o los análisis clasifican a los examinados como portadores de tumores incluso cuando se encuentran pocas células con dicha característica. Si la persona es diagnosticada con tumor, puede tener conflictos biológicos mayores por el golpe emotivo, y si además es tratada con sustancias toxicas, puede empeorar su situación y entrar en un proceso realmente canceroso, y esto será triunfalmente interpretado como confirmación del diagnóstico. Además, si a pesar del tratamiento oncológico el tejido logra terminar su proceso de reparación y se vuelve normal, se apuntará en las estadísticas oficiales como un caso de curación gracias a la quimioterapia.

 

En varias ocasiones he visto situaciones definidas como cancerosas resolverse espontáneamente en pocas semanas cuando ya estaban previstas operaciones y tratamientos con quimioterapia. Cuando se pide explicaciones en casos así, los médicos oficiales declaran que “evidentemente, tenían que ser errores de diagnóstico”.

 

 

(((no creo necesario incluir estas referencias al SIDA, que complican las explicaciones y atemorizan aún más a quienes ya están bastante temerosos por el tema cáncer)))

Lo mismo pasa en el caso del SIDA. En una situación de inmunodesequilibrio (que no de inmunodeficiencia) de la que no se busca, y por consecuencia no se encuentra, las reales causas metabólicas, se extrae de la sangre de la persona proteínas que han sido definidas arbitrariamente como virales, y a personas sanas que producen muchas de estas proteínas -que en realidad todos producimos en diferentes cantidades- se les regala un diagnóstico de seropositividad que implica aislamiento social, la dependencia ansiosa y constante de los resultados de unas analíticas de la sangre que irónicamente empeorarán con la tensión emotiva, y la ingesta de medicamentos enormemente tóxicos. Las somatizaciones de los conflictos que (casi) inevitablemente se forman, y la posible mejoría superficial y transitoria provocada por la supresión de los síntomas por los cócteles, son consideradas como confirmación del diagnóstico y de lo adecuado del tratamiento.

 

Suponiendo que la causa del conflicto tenga una masa emotiva de poca importancia, según la medicina tradicional entraría dentro de la familia de las enfermedades de causa exterior, o sea, fáciles de curar. Solo hay que aclarar y terminar de resolver el conflicto utilizando los descubrimientos de los verdaderos investigadores, para superar entonces el terror de un falso diagnóstico fruto de una condena declarada por nuestra medicina miope que aun es mas ciega debido a la avidez de los hombres.   

 

 

 

PROPUESTAS DE INTERVENCIÓN TERAPEUTICA

 

-El primer paso en cualquier enfermedad es la limpieza del intestino y, en consecuencia, de la sangre. Este proceso dura aproximadamente un mes, y permite al cuerpo aligerarse de las toxinas y poder así responder a sucesivos tratamientos. La congestión es incompatible con la vida.

En el cáncer, SIDA, autismo, siempre se nota una alteración del equilibrio intestinal que hay entre la flora intestinal que digiere la comida y produce diferentes tipos de vitaminas, y los hongos, como la candida, que digieren residuos celulares.

Si se altera la normal pulsación respiratoria, se produce una alteración de la acidez del intestino, la flora intestinal se reproduce más lentamente, la digestión es incompleta, aumenta la concentración de residuos y esto alimenta el crecimiento de la candida. Sus metabolitos aumentan, no pueden ser reciclados, entran en la circulación sanguínea, pasan la barrera hematoencefálica ocupando receptores neuronales y produciendo un estado depresivo o, en casos más graves, problemas psiquiátricos y a una disminución de energía a nivel físico.

 

En la asociación de padres de niños autistas han notado una mejoría del comportamiento después de la limpieza del intestino. En un documento reciente, la medicina oficial inglesa admite la relación entre vacunas y autismo en los niños. Después de ser vacunados con virus atenuados, los niños más débiles, en vez de desarrollar anticuerpos, mantienen una infección subcrónica que altera el intestino, disminuye la flora y aumenta la candida.

 

En el caso de cáncer, la doctora Clark nota la regresión de muchos tumores después de la reducción de la candida.

 

En el SIDA, muchos investigadores independientes que excluyendo la causa viral buscan la metabólica, partiendo de puntos de observación distintos, están coincidiendo en describir el SIDA como una grave alteración de la funcionalidad intestinal. Los linfocitos T se caracterizan en el timo, pero se multiplican en un 80% en el intestino. Si el ambiente es ácido, la reproducción es alterada.

La funcionalidad intestinal depende, a su vez, de la dinámica respiratoria. Si observamos un niño recién nacido o un animal, podemos notar una pulsación continua del abdomen que se va perdiendo durante el crecimiento. El niño que percibe un ambiente hostil o no estimulante se cierra en sí mismo para “salvar su corazón”, planta el esternón en el diafragma que a su vez comprime el abdomen, y la correcta pulsación se para y la respiración se hace mas corta, etc... (la reducida capacidad que describe Lowen).

 

De la amplitud de la respiración también depende cuanto oxígeno circula en la sangre y, en consecuencia, la actividad mitocondrial.

 

-Poner la misma atención en el movimiento y la elasticidad de todo el cuerpo y empezar a mejorarlos según las posibilitad de la persona

 

-Hacer un diagnostico mas preciso analizando que tipo de tejido embrionario está experimentando un cambio. Esto permite establecer si el proceso está en fase activa o no.

 

-Se necesitan varios encuentros de varias horas para reconstruir la historia personal y poner l’atencion en cuales costumbres y comportamientos no respetan las exigencias vitales. En la medicina oriental se aplica el principio: primero no dañar, después curar. Es imprescindible quitar la causa del desequilibrio, sino la cura se limitaría en eliminar los síntomas, poniendo parches momentáneos que cronifican la enfermedad.

 

-Utilizando los varios estudios de diferentes investigadores, encontrar la técnica que es más fácilmente aplicable a la vida de la persona y las medicinas que puedan sustituir las carencias del metabolismo.

 

-El descanso, la posibilidad de interrumpir y cambiar la historia personal, es la condición imprescindible para que el cuerpo pueda parar las costumbres patogénicas. Es importante que la persona tenga la sensación de ser querida y de que el entorno permita el cambio.

 

-Es importante crear una red de comunicación entre médicos y terapeutas de disciplinas diferentes para que se pueda utilizar la más amplia información sobre técnicas que acompañen y suavizen el proceso de cura. 

 

 

                                                                        

 

[1] Aunque a inicios del siglo pasado se clasificaba las enfermedades en calientes y frías, lo cual indicaba una capacidad de observación y una proximidad al enfermo que se han perdido.

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