Gnosticismo, el origen del conocimiento.
El Triunfo

Gnosticismo, el origen del conocimiento.

Artículo que nos introduce en el conocimiento de la Gnosis.

JAVIER SÁNCHEZ | 9 may 2021


Gnosticismo, el origen del conocimiento.

Por Javier Sánchez

 

    De nuevo, volvemos a disponer de un viejo vocablo de la lengua griega. “Gnosis”, nos entrega la idea de “conocimiento”, y en verdad su origen es este, pues responde con datos concretos a las grandes preguntas que todo ser humano, y toda consciencia está obligada a hacerse desde que se pronuncia la palabra “SER”…

 

    Ser, es la primera categoría de la consciencia, pero tras de ella comienzan los “por qué” o los “cómo”. ¿Cómo se llega a ser? O quizás, ¿por qué se es?

 

    Los antiguos sabios griegos dedicaron toda su vida a desentrañar todos los misterios de esta natural inquietud, desde la filosofía, que como su vocablo indica en la misma antigua lengua griega, “Filo” y “Sofía” amor por la sabiduría.

    Pero estos filósofos, anteriores incluso a la aparición del cristianismo, tuvieron desgraciadamente que reconstruir los pedazos de ese conocimiento, por partes destrozadas y esparcidas, como las piezas de un rompecabezas, pues ese conocimiento es tan antiguo, que se pierde en la noche de los tiempos. De algún momento, en el que ni siquiera se tienen unos documentos claros y bien conservados, sino una tradición oral, que podría haberse manipulado o intoxicado, como otras tantas miles de cosas, han sido intoxicadas y manipuladas.

 

    Sin ir más lejos uno de los grandes filósofos como lo fue Platón, discípulo de Aristóteles, en sus textos rescatados del libro de Critias, ya nos habla de cómo en el año 600 a. de C. se tenía conocimiento de una cultura enormemente avanzada, que existió más allá de las columnas de Hércules, nombre que recibía el estrecho de Gibraltar, en el mar Atlántico, con lo que se le llamó cultura atlante, en nuestro siglo XX.

    Otras leyendas griegas nos hablan de los “preselenos”, como la cultura humana existente en nuestra tierra, antes de la aparición en nuestros cielos de nuestro satélite natural, la Luna, si es que se la puede considerar “natural”, pues hablaban de una tierra sin su presencia, y las exploraciones lunares modernas, en efecto nos hablan de una composición de terreno en la Luna, millones de años más antigua que la composición de nuestro planeta.

 

    En todas las culturas antiguas de la tierra existe este nexo común de un saber anterior a cualquier saber, y siempre hablan de los mismos hechos, cambiando solamente los nombres, pero con un terrible denominador común. Un cataclismo que redibujó la geografía y la demografía de nuestro mundo. Tierras que se hunden en las aguas, y tierras nuevas que emergen desde los lechos oceánicos. Solamente cambian algunas definiciones, en cuanto a lluvias. Otras hablan del mar invadiendo enormes territorios, pero en su conjunto es el agua, quien ejecuta toda nueva recomposición.

 

    Egipto, China, América central, del sur, y del norte, pese a su aparente aislamiento, en tiempos de insuficiente técnica para atravesar océanos, presentan la misma leyenda; y lo que es más llamativo, un conocimiento cósmico común. ¿Cómo pudieron ponerse de acuerdo, si en teoría estaban incomunicados, y en cuevas?

 

    La gnosis nunca fue una religión, es curioso ver como las mismas religiones que hoy se muestran, la han perseguido de manera constante, algunas con más fuerza que otras. Y no solamente religiones, políticos, gobernantes, y toda suerte de eventos, orientados a hacer desaparecer su contenido, borrar su rastro, y ocultar su recuerdo.

    La antigua biblioteca de Alejandría, fue su último almacén de bibliografía documentada, y sufrió dos severos ataques, de los que muy pocos manuscritos pudieron salvarse. Su última defensora, Hipatia de Alejandría, científica, astrologa, fue brutalmente asesinada por una conspiración que llegó desde el cristianismo del siglo V.

    Una absoluta desviación, pues en sus inicios hasta la enseñanza de Jesús, tenía una fuerte carga Gnóstica, heredada de su aprendizaje en Egipto, y de los esenios.   Muchos de sus discípulos, hasta su primo Juan el Bautista bebieron de estas fuentes, presentes en la cultura esenia. Los esenios eran una ramificación del judaísmo, que respetaba y atendía estas antiguas enseñanzas. Ese era el motivo de su nombre, por ser guardianes y depositarios de la “esencia”.

    Desafortunadamente, todo lo que aconteció al surgimiento de la religión de estado, tras el concilio primero de Nicea en el año 325 de nuestra era, fue orientado a abandonar aquella enseñanza, y a destruir todo rastro de su origen, en la destrucción de la biblioteca y de su mayor valedora, Hipatia.

 

    La gnosis se compone de un ensamblaje de información depositada por aquellos seres antiguos, avatares, místicos, científicos, pensadores, videntes, y seres humanos que fueron capaces de recordar su origen, de alcanzar las más altas cumbres, expandiendo su consciencia hasta la profundidad de la misma creación.

    Ellos hablaron de la naturaleza del infinito, de cómo fue formado el cosmos, se atrevieron a describir las dimensiones superiores, y como están formadas, de los altos seres espirituales que allí se encuentran a los que denominaron las Divinas Esencias, aunque en muchos escritos se definen bajo el nombre de “Eones” o “Aeones”, a los que nombraron de este modo, porque su existencia abarca casi por completo la existencia misma del universo, desde su generación, hasta su retorno a la eternidad.

 

    El grueso de la información vital para la humanidad, habla de uno de estos “Eones” cuyo nombre se describe bajo la denominación de “Sofía Achamoth”, Eon regente de nuestro sistema estelar, la vía láctea. Encargada de la sabiduría y la creación en esta zona del cosmos, su zona de influencia; y motor de ascensión de la consciencia, cuyo drama se describe, en una epopeya que se llama “la caída de Sofía”.

    En este relato se cuenta como su extrema adoración por la Eternidad pura manifestada en el Logos creador de todo el universo, la Esencia primera, la Palabra; la lleva a manifestar una pena, y una tristeza que tuvo forma de una emanación suya, que los antiguos llamaron el Demiurgo. Un ser poseedor del conocimiento completo de los Eones, pero sin capacidad de crear, que lo condenó a la necesidad de robar o depredar, la Luz de las esencias Divinas en ascenso por el cosmos, haciéndose pasar por un falso creador, y sometiendo a muchas civilizaciones en ascenso de nuestra galaxia.

 

    Quizás, este Demiurgo o Arconte, es al que le debemos la inmensa mayoría de los males que la humanidad padece, sea el mismo que ordena intoxicar los mensajes puros iniciales, y ocultar su presencia a través de nuestra historia, infiltrándose  en todos los ámbitos, científicos, religiosos, y el las altas esferas del control político planetario, como recién estamos observando, y a través de toda nuestra historia.

 

    La temática es muy densa, y nos dará para escritos más detallados.

 

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